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El poder de la vitamina K
La vitamina K es una de las vitaminas que menos escuchamos, pero su función en el organismo es importantísima para mantenernos saludables. Esta es una vitamina liposoluble que el cuerpo apenas produce pero que, afortunadamente, podemos encontrar en alimentos de ingesta diaria: los kiwis, las ciruelas, el brócoli, las espinacas, las peras, los aguacates, las moras y los arándanos son tan solo algunos ejemplos de alimentos ricos en vitamina K.
También es importante saber que hay tipos de vitamina K:
- Vitamina K1 o filoquinona: constituye el 90% de la ingesta de vitamina K que tenemos los humanos, y la podemos obtener de verduras de hoja verde o de aceites vegetales. Así que, en este caso, la espinaca y las coles de Bruselas son buenos ejemplos para aumentar nuestra ingesta de vitamina K.
- Vitamina K2 o menaquinona: representa el 10% de la ingesta nutricional de vitamina K y es de origen bacteriano. Así, podemos encontrarla en el pollo, la yema del huevo, la mantequilla y algunos fermentados de soja.
La cantidad diaria necesaria de vitamina K es bastante pequeña si la comparamos con la ingesta requerida de otras vitaminas. De vitamina K solo requerimos un 0,001 mg/kg, mientras que, por ejemplo, de vitamina C necesitamos un mínimo diario de 40 miligramos.
Vale, ya tienes un panorama general de la vitamina K, su importancia y de dónde obtenerla, pero seguro que ahora te preguntas… “¿para qué sirve?”
La vitamina K es buena, en primer lugar, para los huesos, ya que influye en la regulación del metabolismo del calcio. ¡Pero, ojo! No basta con ingerir vitamina K a través de los alimentos para mantener unos huesos sanos, ya que esta solo participa de un proceso que es mucho más complejo: La vitamina K actúa en conjunto con la vitamina D para que los huesos absorban el calcio, y hay que hacer ejercicio para potenciar este proceso.
Así que mantener una vida activa y saludable es importante para que la vitamina K pueda participar positivamente en el proceso de regulación de metabolismo del calcio.
En segundo lugar, la vitamina K contribuye a la coagulación de la sangre, ya que interviene en el proceso de reacciones químicas que permiten que las plaquetas formen los coágulos de sangre, por ejemplo, después de sufrir una cortada o alguna lesión, protegiéndonos así de sufrir una hemorragia.
En tercer lugar (siendo uno de los beneficios menos conocidos, pero no por ello menos importante), la vitamina K ayuda a la salud cardiovascular, porque regula el tráfico de calcio en el organismo para que este pueda incorporarse al tejido óseo, y evitar que se acumule en otras zonas del cuerpo no deseadas (como en las arterias o los riñones).
Ahora que conoces los beneficios de la vitamina K, queremos que te quedes con una lista de alimentos ricos en vitamina K que puedes incorporar a tu dieta para estar más sano y asegurarte de que recibes una ingesta mínima diaria de esta vitamina tan importante para el organismo.
Las acelgas, los nabos cocidos, la rúcula cruda, el repollo hervido, la mejorana seca, el perejil fresco, las coles de Bruselas, las hojas secas de cilantro, las hojas de berro crudas y la lechuga son alimentos ricos en vitamina K1.
Por su parte, si quieres encontrar alimentos altos en vitamina K2, puedes consumir pollo, tocino, huevos (su mayor concentración de vitamina K2 está en la yema) e hígado de ganso, solo por mencionar algunos ejemplos. Otros alimentos ricos en vitamina K son el aguacate, el kiwi, la ciruela, el melocotón, la mora, el arándano, los higos, la zanahoria, la remolacha, los espárragos y la cebolleta. Así que ya no tienes excusa para incorporar la vitamina K a tu organismo a través de la dieta.
¡Tienes muchas opciones, y muy variadas! Así que dale alegría y vitamina K a tu cuerpo 😉