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Desarrollar la empatía
Conocerse bien y vaciarse de uno mismo es esencial para ponerse en el lugar del otro. Es la empatía la que permite ayudar y caminar juntos.
Los seres humanos tenemos un mecanismo específico para que, cuando vemos dolor en otra persona, también sintamos dolor. No solo entendemos el dolor de otro de manera cognitiva, también lo sentimos. Es extremadamente importante porque indica que las personas somos muy similares. Así lo expresaba el neurocientífico italiano Giacomo Rizzolatti, que descubrió las neuronas espejo en los años 90.
Estas neuronas explican que nuestro cerebro, eminentemente social, sea capaz de percibir lo mismo que experimenta otra persona. Tanto es así que, cuando vemos a alguien recibir un masaje en un zona del cuerpo, podemos llegar a sentir casi lo mismo.
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Empatizar con el dolor de otras personas.
¿Te has contagiado tanto de las carcajadas de otra persona que no has podido parar de reír? ¿Has llorado viendo a otro llorar? ¿Alguna vez te han invadido tan intensamente las emociones de alguien que te has sentido unido a él?
Brené Brown, investigadora de la Universidad de Houston, asegura en su Ted Talk que es sobre todo la vulnerabilidad lo que más empatía genera. Y se ve en las dinámicas de grupo. Una persona cuenta su historia llena de dolor y al momento quienes las escuchan lloran con ella y se sienten invitadas a mostrar también su herida. Incluso la pueden llegar a sanar al compartirla con esa persona.
Sentir al otro, comprenderle y ofrecer apoyo.
La capacidad de empatizar nos hace similares los unos a los otros y nos hace sentir que pertenecemos.
Cultivar la empatía significa poner la atención en el tú, descubrir el mundo del otro, lograr que la otra persona se sienta vista. Significa también tener la capacidad de sentir y reconocer lo que el otro está viviendo y ponerse en su ligar para comprenderlo mejor. Gracias a la empatía recibimos apoyo y podemos darlo. Empatizar es expresar nuestra comprensión sobre lo que el otro siente y a la vez que dos seres humanos se sientan reconocidos como tales.
Podemos desarrollar y alimentar la empatía
Hay una parte de la empatía que se produce de forma espontánea como mamíferos que somos, pero también nuestra actitud puede propiciarla o paralizarla.
La risa contagiosa es una forma de empatía espontánea y a la vez constituye uno de los mejores recursos para conectar con los demás. Buscar el contacto visual también la favorece y es necesario para vincularnos mejor con los demás, algo que hacen las personas seguras y extrovertidas y no tanto las tímidas e inseguras.
Gestos que nos conectan
Algunos gestos y actitudes ayudan a conectar de verdad con el otro y desarrollar una empatía sana.
Estar presentes
Para estar abierto a contactar con nosotros, se necesita cultivar la pura presencia y a la vez estar dispuesto a dejarse influir por la otra persona. Se trata de aceptar lo que se está viviendo al lado del otro, sin resistirse a ello ni desear cambiarlo.
Equilibrio entre el tú y el yo.
La empatía sana distingue entre el <yo> y el <tú> de forma que diferencia los sentimientos propios de los ajenos. Aunque comprendamos lo que siente el otro y lo podamos sentir no nos perdemos de vista a nosotros mismos.
Confirmar lo que entiendes
Una forma de repetir lo que dice el otro es reformulando con preguntas. Esto le ayuda a profundizar sobre lo que siente y lo que le pasa. A la vez nos permite comprobar si estamos comprendiendo bien lo que se está expresando.
Vaciarse del diálogo interno
La empatía requiere autoconocimiento y ser capaz de darse cuenta de si nos estamos dejando llevar por nuestros pensamientos y emociones. Hay que vaciarse de juicios para poder sentir de forma honesta lo que está sintiendo el otro.
Repetir lo que el otro dice
La escucha activa es fundamental para poder comprender a la otra persona y cultivar la empatía. Cuando repetimos lo que la otra persona dice, se facilita la conexión porque entonces la persona se siente escuchada y reconocida.
Mirar a los ojos y tocar al otro.
Mirar a los ojos de la otra persona y tocar levemente su ano u hombro mejorará la sintonía entre ambos. El tacto suave y la mirada ayudan a desconectar nuestras alarmas y a que los sistemas nerviosos se tranquilicen, pues se sienten a salvo.